ARCHBISHOP GOMEZ CALLS DECISION TO END DACA ‘A NATIONAL TRAGEDY’
In a statement issued on September 5, Archbishop José H. Gómez urged leaders in Washington to set aside partisan differences and come together to find a permanent legislative solution to the Deferred Action for Childhood Arrivals program (DACA). Following is the full text of the statement by Archbishop Gómez.
I am deeply disappointed by President Trump’s decision to end the Deferred Action for Childhood Arrivals (DACA) program.
I speak as a pastor not a politician. I cannot address the constitutional or political questions raised by this program. But as a pastor I think we need to clearly understand what this decision means. Today our country is announcing its intention to deport more than 800,000 young people. This is a national tragedy and a moral challenge to every conscience.
As Americans, we are a people of compassion. I do not believe this decision represents the best of our national spirit or the consensus of the American people. This decision reflects only the polarization of our political moment.
Americans have never been a people who punish children for the mistakes of their parents. I am hopeful that we will not begin now.
It is not right to hold these young people accountable for decisions they did not make and could not make. They came to this country through no fault of their own. They were brought here by their undocumented parents or family members when they were little children.
America is their home, the only country they have ever known. Most of them are working hard to contribute to the American dream — holding down jobs, putting themselves through college, some are even serving in our nation’s armed forces.
If we deport them, in many cases we would be sending them back to countries that they have not seen since they were infants or toddlers.
President Trump is right that immigration policy should be made by Congress, not by presidential executive order. Unfortunately, his action today may complicate the search for a legislative solution.
We need to remember that then-President Obama established the DACA program in 2012 because members of Congress could not get beyond their partisan self-interests to come together and fix our nation’s broken immigration system.
It is time for Congress to step up. If we are going to restore the rule of law in this country, then those who make the laws need to take responsibility. We should not allow still another Congress to go by without addressing our nation’s broken immigration system.
The situation is serious here in Los Angeles. We are home to more than 1 million undocumented persons, many of whom have been living and working here for decades. Nationwide, 790,000 young people have received deportation relief and work permits through DACA. Of those, 223,000 are living here in California, more than any other state.
For the Catholic Church, here in Los Angeles and throughout the nation, these are our people, our family. They are our brothers and sisters; our classmates and co-workers. We pray together and worship together. We will continue stand together as a family and the Church will continue to defend their rights and dignity as children of God.
I am praying today and urging our leaders in Washington to set aside their partisan differences and come together to pass legislation that would simply codify the existing DACA program.
Doing this would permanently lift the threat of deportation that right now hangs over the heads of more than 1 million hard-working young people. It would give them permission to work and it would bring peace of mind and stability to our communities.
This is a commonsense proposal and it should not be controversial.
Congressional leaders in both the House and Senate have expressed sympathy for these young people and expressed their desire that Congress should provide a permanent legislative solution. There is broad and overwhelming public support for DACA — not only among ordinary Americans but among corporate and civic and religious leaders. There should be no reason not to enact a simple bill that would make DACA the law of the land.
I am praying that Congress will rise to this moment and help these young people. And I am praying that finding a solution to DACA will mark the beginning of new work to seek immigration reform solutions in all areas: securing and protecting our borders; modernizing our visa system so we can welcome newcomers who have the skills our country needs to grow; and providing a compassionate solution for those who are undocumented and right now living in the shadows of our society.
Declaración del Arzobispo Gómez sobre la decisión de ponerle fin al DACA
Declaración sobre la decisión del Presidente Donald J. Trump de ponerle fin al Programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés)
Por Monseñor José H. Gómez, Arzobispo de Los Ángeles, 5 de septiembre de 2017
Estoy profundamente decepcionado por la decisión del Presidente Trump de ponerle fin al Programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA).
Estoy hablando como pastor, no como político. No puedo abordar las cuestiones constitucionales o políticas planteadas por este programa. Pero como pastor creo que necesitamos entender con claridad lo que esta decisión implica. Hoy nuestro país está anunciando su intención de deportar a más de 800,000 jóvenes. Esta es una tragedia nacional y un reto moral para toda conciencia.
Los estadounidenses somos un pueblo compasivo. No creo que esta decisión represente lo mejor de nuestro espíritu nacional o el consenso del pueblo estadounidense. Esta decisión refleja solamente la polarización del momento político que estamos atravesando.
Los estadounidenses nunca han sido un pueblo que castigue a los hijos por los errores de sus padres. Tengo la esperanza de que no empecemos a hacerlo ahora.
No es correcto responsabilizar a estos jóvenes por decisiones que ellos no tomaron y que no pudieron hacer. Ellos vinieron a este país sin tener ninguna culpa por ello. Fueron traídos aquí por sus padres indocumentados o por otros miembros de la familia cuando eran niños pequeños.
Estados Unidos es su hogar, es el único país que han conocido. La mayoría de ellos están trabajando arduamente para contribuir al sueño estadounidense: asumen trabajos, estudian en la universidad, y algunos incluso sirven en las fuerzas armadas de nuestra nación.
Si los deportamos, en muchos casos los estaríamos enviando a países que no han visto desde que eran infantes o niños pequeños.
El Presidente Trump tiene razón al decir que las políticas de inmigración deben ser elaboradas por el Congreso, y no por una orden ejecutiva presidencial. Desafortunadamente, su acción de hoy puede complicar la búsqueda de una solución legislativa.
Hemos de recordar que el entonces presidente Obama estableció el programa DACA en 2012 porque los miembros del Congreso no podían ir más allá de sus propios intereses partidistas para unirse y arreglar el defectuoso sistema de inmigración de nuestra nación.
Es tiempo de que el Congreso actúe con premura. Si vamos a restaurar el estado de derecho en este país, entonces aquellos que elaboran las leyes deben asumir la responsabilidad de hacerlo. No deberíamos permitir que haya otra sesión más del Congreso en la que siga sin abordarse el sistema de inmigración defectuoso de nuestra nación.
La situación es grave aquí en Los Ángeles. Aquí tienen su hogar más de un millón de personas indocumentadas, muchas de las cuales han estado viviendo y trabajando aquí durante varias décadas. En todo el país, 790,000 jóvenes han recibido exenciones de deportación y permisos de trabajo a través de DACA. De ésos, 223,000 viven aquí en California, más que en cualquier otro estado.
Para la Iglesia Católica, de aquí, de Los Ángeles y también a todo lo ancho de la nación, ellos son parte de nuestro pueblo, de nuestra familia. Son nuestros hermanos y hermanas; nuestros compañeros de clase y nuestros compañeros de trabajo. Oramos juntos y celebramos juntos nuestro culto. Seguiremos manteniéndonos juntos como una familia, y la Iglesia continuará defendiendo sus derechos y su dignidad de hijos de Dios.
Hoy elevo mis oraciones y exhorto a nuestros líderes en Washington a que dejen de lado sus diferencias partidistas y a que se unan para aprobar una legislación que simplemente codifique el programa DACA ya existente.
Al hacer esto se suprimiría de forma permanente la amenaza de deportación que ahora se cierne sobre las cabezas de más de 1 millón de jóvenes que ejercen con laboriosidad su trabajo. Esto les permitiría trabajar y sería una fuente de tranquilidad y de estabilidad para nuestras comunidades.
Esta es una propuesta de sentido común y no debería ser origen de polémicas.
Los líderes del Congreso tanto de la Cámara como del Senado, han expresado su simpatía por estos jóvenes y han expresado su deseo de que el Congreso proporcione una solución legislativa permanente a este problema. Existe un apoyo público amplio y abrumador para DACA, y no sólo entre los estadounidenses comunes, sino también entre los líderes corporativos, cívicos y religiosos. No debería haber ninguna razón para no promulgar un simple proyecto de ley que haría de DACA la ley imperante.
Estoy orando para que el Congreso reaccione y ayude a estos jóvenes. Y hago oración para que el encontrar una solución a DACA marque el comienzo de un nuevo trabajo para buscar soluciones de reforma migratoria en todas las áreas: la de asegurar y proteger nuestras fronteras; la de modernizar nuestro sistema de visas para que podamos acoger a los recién llegados que tengan las habilidades que nuestro país necesita para crecer; y la de proporcionar una solución compasiva para aquellos que son indocumentados y ahora están viviendo actualmente en las sombras de nuestra sociedad.