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Domingo de Ramos - 5 de abril 2020

Liturgia para la Familia -  Domingo de Ramos

-la familia se congrega alrededor de la mesa.  Si es posible, pon una cruz o crucifijo en el centro de la mesa.

 

-la madre (u otra persona) prenda una vela, diciendo:

QUE LA LUZ DE CRISTO BRILLA EN NUESTRAS VIDAS Y DISIPA TODA OSCURIDAD.

 

-LIDER continua:

OREMOS EN EL NOMBRE DEL PADRE Y DEL HIJO Y DEL ESPIRITU SANTO.

Todos:  Amén.

 

Pausamos en un momento de silencio

para recordar todos que necesitan el amor y la misericordia de Dios,

aquí y por todo el mundo (especialmente ______ ).  (pausa)

 

Oremos…

¡Hosanna al Hijo de David!

Al recordar hoy la entrada en Jerusalén, la Pasión y la Muerte de Jesús ayúdanos, O Dios, que nuestras corazones y mentes

estén abiertos al poder de su amor derramado por nosotros.

Que el amor de Cristo nos fortalezca, nos renueve y nos guie

en el camino de salvación. 

En nombre de Jesucristo nuestro Señor.   Amén.

 

Primer/a lector/a:

Lectura de la Carta a los Filipenses.

 

Cristo, siendo Dios,
no consideró que debía aferrarse
a las prerrogativas de su condición divina,
sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo,
tomando la condición de siervo,
y se hizo semejante a los hombres.
Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo
y por obediencia aceptó incluso la muerte,
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas
y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre,
para que, al nombre de Jesús, todos doblen la rodilla
en el cielo, en la tierra y en los abismos,
y todos reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor,
para gloria de Dios Padre.

 

Palabra de Dios.     [Todos: Te alabamos, Señor]

 

(dos lectores, A y B, comparten en leer el Evangelio)

(Texto completo: su biblia, Mateo 21:1-11, 26:14-27:54)

 

(lector A)  Lectura del santo Evangelio según San Mateo

Cuando se aproximaban ya a Jerusalén, al llegar a Betfagé, junto al monte de los Olivos, envió Jesús a dos de sus discípulos, diciéndoles: “Vayan al pueblo que ven allí enfrente; al entrar, encontrarán amarrada una burra y un burrito con ella; desátenlos y tráiganmelos. Si alguien les pregunta algo, díganle que el Señor los necesita y enseguida los devolverá”.

Esto sucedió para que se cumplieran las palabras del profeta: Díganle a la hija de Sión: He aquí que tu rey viene a ti, apacible y montado en un burro, en un burrito, hijo de animal de yugo.

Fueron, pues, los discípulos e hicieron lo que Jesús les había encargado y trajeron consigo la burra y el burrito. Luego pusieron sobre ellos sus mantos y Jesús se sentó encima. La gente, muy numerosa, extendía sus mantos por el camino; algunos cortaban ramas de los árboles y las tendían a su paso. Los que iban delante de él y los que lo seguían gritaban: “¡Hosanna! ¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en el cielo!”

Al entrar Jesús en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió. Unos decían: “¿Quién es éste?” Y la gente respondía: “Éste es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea”.

 

(B)

[Después de celebrar la Pascua ellos] salieron hacia el monte de los Olivos.

 Jesús fue con ellos a un lugar llamado Getsemaní y dijo a los discípulos: “Quédense aquí mientras yo voy a orar más allá”. Se llevó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo y comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo: “Mi alma está llena de una tristeza mortal. Quédense aquí y velen conmigo”. Avanzó unos pasos más, se postró rostro en tierra y comenzó a orar, diciendo: “Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz; pero que no se haga como yo quiero, sino como quieres tú”.

Volvió entonces a donde estaban los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro: “¿No han podido velar conmigo ni una hora? Velen y oren, para no caer en la tentación, porque el espíritu está pronto, pero la carne es débil”. Y alejándose de nuevo, se puso a orar, diciendo: “Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad”. Después volvió y encontró a sus discípulos otra vez dormidos, porque tenían los ojos cargados de sueño. Los dejó y se fue a orar de nuevo, por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. Después de esto, volvió a donde estaban los discípulos y les dijo: “Duerman ya y descansen. He aquí que llega la hora y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya está aquí el que me va a entregar”.

Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegó Judas, uno de los Doce, seguido de una chusma numerosa con espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El que lo iba a entregar les había dado esta señal: “Aquel a quien yo le dé un beso, ése es. Aprehéndanlo”. Al instante se acercó a Jesús y le dijo: “¡Buenas noches, Maestro!” Y lo besó. Jesús le dijo: “Amigo, ¿es esto a lo que has venido?” Entonces se acercaron a Jesús, le echaron mano y lo apresaron.

 

(A)

Jesús compareció ante el procurador, Poncio Pilato, quien le preguntó: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Jesús respondió: “Tú lo has dicho”. Pero nada respondió a las acusaciones que le hacían los sumos sacerdotes y los ancianos. Entonces le dijo Pilato: “¿No oyes todo lo que dicen contra ti?” Pero él nada respondió, hasta el punto de que el procurador se quedó muy extrañado. Con ocasión de la fiesta de la Pascua, el procurador solía conceder a la multitud la libertad del preso que quisieran. Tenían entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Dijo, pues, Pilato a los ahí reunidos: “¿A quién quieren que les deje en libertad: a Barrabás o a Jesús, que se dice el Mesías?” Pilato sabía que se lo habían entregado por envidia.

Estando él sentado en el tribunal, su mujer mandó decirle: “No te metas con ese hombre justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa”.

Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la muchedumbre de que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Así, cuando el procurador les preguntó: “¿A cuál de los dos quieren que les suelte?” Ellos respondieron: “A Barrabás”. Pilato les dijo: “¿Y qué voy a hacer con Jesús, que se dice el Mesías?” Respondieron todos: “Crucifícalo”. Pilato preguntó: “Pero, ¿qué mal ha hecho?” Mas ellos seguían gritando cada vez con más fuerza: “¡Crucifícalo!” Entonces Pilato, viendo que nada conseguía y que crecía el tumulto, pidió agua y se lavó las manos ante el pueblo, diciendo: “Yo no me hago responsable de la muerte de este hombre justo. Allá ustedes”. Entonces Pilato puso en libertad a Barrabás. En cambio a Jesús lo hizo azotar y lo entregó para que lo crucificaran.

 

(B)

Los soldados del procurador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a todo el batallón. Lo desnudaron, le echaron encima un manto de púrpura, trenzaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza; le pusieron una caña en su mano derecha y, arrodillándose ante él, se burlaban diciendo: “¡Viva el rey de los judíos!”, y le escupían. Luego, quitándole la caña, lo golpeaban con ella en la cabeza. Después de que se burlaron de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y lo llevaron a crucificar.

Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. 

 

(A)

Al llegar a un lugar llamado Gólgota, es decir, “Lugar de la Calavera”, le dieron a beber a Jesús vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no lo quiso beber. Los que lo crucificaron se repartieron sus vestidos, echando suertes, y se quedaron sentados ahí para custodiarlo. Sobre su cabeza pusieron por escrito la causa de su condena: ‘Éste es Jesús, el rey de los judíos’. Juntamente con él, crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.

Los que pasaban por ahí lo insultaban moviendo la cabeza y gritándole: “Tú, que destruyes el templo y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz”. También se burlaban de él los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, diciendo: “Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo. Si es el rey de Israel, que baje de la cruz y creeremos en él. Ha puesto su confianza en Dios, que Dios lo salve ahora, si es que de verdad lo ama, pues él ha dicho: ‘Soy el Hijo de Dios’ ”. Hasta los ladrones que estaban crucificados a su lado lo injuriaban.

 

(B)

Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, se oscureció toda aquella tierra.

Y alrededor de las tres, Jesús exclamó con fuerte voz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Algunos de los presentes, al oírlo, decían: “Está llamando a Elías”.

Enseguida uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y sujetándola a una caña, le ofreció de beber. Pero los otros le dijeron: “Déjalo. Vamos a ver si viene Elías a salvarlo”.

Entonces Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, expiró.

Palabra del Señor.       (todos: Gloria a ti, Señor Jesús) 

 

LIDER:

(reflexión:   Imagínense como un carácter del Evangelio; ¿Qué se siente?

                   ¿Con cuál carácter puede identificarse? Usando tu imaginación, mira a los ojos de Jesus; ¿Qué está diciéndote?  )

                  

Letanía (basada en una oración del 4º siglo de San Efraím

Líder de oración: la respuesta es, “Gloria a ti”

 

Jesús, amigo de todos nosotros…         todos: Gloria…

Jesús, Señor misericordioso…

Jesús, Dios de sufrimiento…

Jesús, que quita nuestros pecados…

Jesús, viniste para salvarnos…

Jesús, hecho carne en el vientre de la Virgen…

Jesús, amarrado con cuerdas…

Jesús azotado…

Jesús burlado y humillado…

Jesús, clavado en la Cruz…

Jesús, enterrado y resucitado…

Jesús, proclamado a toda la humanidad que cree en ti…

Jesús, ascendido al cielo…

 

Señor Jesús, tu amor nos abraza.  Te ofrecemos en oración

nuestra familia, nuestros amigos, miembros de la comunidad,

los enfermos y todos que necesitan nuestras oraciones

con las palabras que nos enseñaste:

PADRE NUESTRO…

 

Lider:

Fortalécenos, O Dios, que hemos meditado

en la Pasión y la Muerte de tu Hijo

para que crezcamos en nuestro amor para él, 

que murió para nosotros y resucitó victorioso de la tumba. 

El que vive y reina por los siglos de los siglos.  Amén.

 

Que Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo

nos bendiga con paz y nos proteja de toda mal. 

Amén. 

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